lunes, 3 de septiembre de 2007

Un breve veraneo de despedida en Cádiz

Ahora que estoy en la oficina me dispongo a echar de menos, y mucho, esos días en que hace nada estaba jugando con las olas en el Puerto de Santa María. El cuarto verano consecutivo que bajamos Mónica, Israel y yo a Cádiz para estar unos días de agosto con Fernando. Esta vez ha sido diferente por diferentes razones. Fernando ha dejado su trabajo en la base de Rota y se vuelve a Madrid. Por eso, todo tiene esta vez un aire bastante profundo de despedida. Nada más llegar Israel se ha hecho un esguince de tobillo jugando en la orilla del mar. Le han escayolado hasta casi la rodilla, cosa absolutamente exagerada para la gravedad de su lesión. Este infortunio ha mermado las posibilidades que teníamos de viajar hasta Algeciras en coche y de allí a Tánger en ferry porque los ánimos de mis compañeros de viaje no están para estas cosas. Por lo tanto, nos hemos quedado más que nunca en casa... aunque, ahora que lo pienso, hemos vuelto a hacer un montón de kilómetros y visitas. Hemos estado en Tarifa una tarde Mónica y yo, paseando brevemente por la playa del pueblo y saliendo antes de que nos cogiera la salida de los turistas del pueblo. Nos hemos bañado en la playa de Bolonia y en otra playa que está entre Bolonia y Tarifa y de cuyo nombre no me acuerdo. Hemos descubierto que en www.inm.es se puede saber el tiempo que hará cada día en cada playa de la provincia, viento y temperatura del agua incluídas. Hemos visitado el infame Sancti Petri porque allí están quedándose Juanan y Sonian. Hemos comido en El Balandro de Cádiz (tortellini con pollo al curry: espectaculares). Hemos cenado en Rota y hemos en la propia Rota, por este orden, un recital de poesía con gente conocida al micro como Almudena Grandes o Miguel Ríos, un recital de flamenco en el Castillo-Palacio de La Luna (El Gordo de Jerez, un guitarrista excepcional y dos cantaoras que me helaron la sangre: absolutamente recomendable, en el patio interior del palacio y por escasos 3 euros) y un concierto callejero de Lola de Puerto Real, travestido de enormes pechos y claro ejemplo del humor omaíta gaditano (versión de Pimpinela incluída: ¡yo quiero una flor! ¡que risa!). Hemos visitado Jerez por la tarde noche. Y Chipiona, donde Dani nos llevó a la Cofradía Agrícola Católica o algo así a comer fritura como si estuviéramos en una feria del sur. Y como siempre, he leído un montón tirado en la playa. Los últimos días los hemos pasado Mónica y yo solos sin Fernando e Isra porque tenían que volver a Madrid a trabajar.

No hay comentarios: